¿Porque no deberíamos consumir más peces?
Fuente:Mother Jones, Marzo /Abril, 2006
Titulo: The Fate of the Ocean
Autor: Julia Whitty
Traducción: Leonardo Fishman
Los problemas oceánicos que alguna vez eran a escala local son ahora pandémicos. Los datos de la oceanografía, la biología marina, la meteorología, la ciencia pesquera, y de la glaciología revelan que los mares están cambiando de manera siniestra. Un vórtice de causa y efecto labrados por dilemas ambientales globales está cambiando el horizonte acuoso oceánico con problemas regionales clasificados a un sistema global plagado de señales de socorro.
Según oceanógrafos, los océanos son uno, con corrientes que unen los mares y regulando clima. Los cambios de temperatura y de química del mar, junto con la contaminación y prácticas imprudentes en la pesca, intervienen para poner en grave peligro la fuente comunal más grande de la vida en el mundo.
En 2005, los investigadores de la "Scripps Institution of Oceanography" y el laboratorio nacional de Lorenzo Livermore encontraron clara evidencia que el océano se está calentando rápidamente. Descubrieron que el kilómetro superior del océano se ha calentado dramáticamente en los últimos cuarenta años como resultado de los gases humano-inducidos del efecto invernadero.
Una manifestación de este calentamiento es el derretimiento del ártico. Una reducción de la relación hielo-agua, acelerando el aumento en las superficies del agua que promueven más aún el calentamiento y el derretimiento. Con aguas polares creciendo, mares tropicales más frescos y más salados, el ciclo de evaporación y precipitación se ha acelerado, aumentando así el efecto invernadero. Las corrientes oceánicas están reaccionando a este cambio, causando críticas corrientes que llevan las aguas superiores mas calientes hacia latitudes norteñas de Europa, alentando el miedo a un drástico cambio climático y cataclismito del clima. Este ciclo de aceleración de causa y efecto será difícil, si no imposible, de revertir.
La composición atmosférica también está alterando la química del mar, millares de compuestos tóxicos envenenan las criaturas marinas y devastan su propagación. El océano ha absorbido 118 mil millones de toneladas métricas estimadas de dióxido de carbono desde el inicio de la revolución industrial, con 20 a 25 toneladas que son agregadas a la atmósfera diariamente. La acidez incrementada debida a los altos niveles de CO2 está cambiando el equilibrio químico del océano. Los estudios indican que los huesos y cáscaras de todas las criaturas, incluyendo corales, plantón y moluscos comienzarán a disolverse en menos de 48 horas de estar expuestos a la acidez calculada en el océano para el año 2050. Los filones coralinos desaparecerán casi ciertamente y, aún más preocupante, también el plantón desaparecerá. El piito plankton absorbe los gases del efecto invernadero, fabrica oxígeno, y es de los principales productores del alimento marino.
La contaminación del mercurio incorporada en la cadena alimenticia marítima vía el carbón y los desechos químicos industriales, se oxida en la atmósfera, y se asienta en el fondo del mar. Allí se consume, aportando mercurio a cada acoplamiento subsiguiente en la cadena de alimento, hasta depredadores tales como atún o las ballenas tienen niveles de mercurio tan altos como un millón de veces mayor que el de las aguas que las rodean. El golfo de México tiene los niveles más altos de mercurio registrados, con un promedio de diez toneladas de mercurio que vienen del rió Misisipi cada año, y otra tonelada agregada por las perforaciones mar adentro.
Junto con el mercurio, el Misisipi aporta nitrógeno (a menudo de los fertilizantes). El nitrógeno estimula las plantas y el crecimiento bacteriano en el agua que consume el oxígeno, creando una condición conocida como hipoxia, o zonas muertas. Las zonas muertas ocurren dondequiera que el oxígeno oceánico se agote debajo del nivel necesario para sostener vida marina. Una gran porción del golfo de México se ha convertido en la zona muerta más grande de los Estados Unidos y el segundo más grande del planeta, midiendo casi 8.000 millas cuadradas en 2001. No es ninguna coincidencia que casi todas las casi 150 (y contando) zonas muertas en la tierra estén en las bocas de los ríos. Mientras que la mayoría son causadas por el nitrógeno aportado por el río, las plantas que queman combustible fósiles ayudan a crear esta condición, al igual que el fósforo emitido por los residuos humanos y del nitrógeno del escape de los autos.
Mientras tanto, desde su pico en el 2000, la pesca salvaje global ha comenzado una declinación aguda a pesar del progreso en las tecnologías de alta mar y la pesca intensificada. Las supuestas eficacias en la pesca han estimulado un diezmo sin precedente de la vida marina. Las grandes redes, en la cual un solo barco fija líneas a través de sesenta o más millas en el océano, cada línea contiene hasta 10.000 ganchos, y captura por lo menos un 25 por ciento de peces indeseado. Con los 2 mil millones de ganchos estimados fijados cada año, 170 mil millones de kilos de peces se lanzan nuevamente al océano al año muertos o a punto de morir. Además, los barcos rastreadores arrastran redes en cada centimetro cuadrado de las plataformas continentales cada dos años. Arrasando completamente con el piso de mar como si fueran topadoras, "nivelan" un área 150 veces más grandes que todos los bosques cada año y destruyen los ecosistemas del piso marítimo. La acuacultura no es mejor, puesto que tres kilos de pescados salvajes se cogen para alimentar cada kilo de salmones cultivados. Un estudio del 2003 de la universidad de Dalhousie en Nueva Escocia concluyó, basado en datos de los años 50, que durante estas décadas solamente 10 por ciento de todos los pescados grandes (atún, pez espada) y los pescados de tierra (bacalao, merluzas, platija) quedaron en el océano.
Otros criaderos marítimos también están bajo amenaza. Quince por ciento de los pastos marítimos han desaparecido en los últimos diez años, privando a los peces, mamíferos y las tortugas juveniles del mar del hábitat fundamentales para su desarrollo. Los quelpos también están muriendo a un ritmo muy alarmante.
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